El Cuento del Día
Hace mucho tiempo, un gigantesco dragón se acercó a una imponente ciudadela. Los habitantes entraron en pánico imaginando una lucha imposible contra semejante adversario. Todos se concentraron en las mazmorras de castillo con los víveres necesarios.
―Aquí no podrá entrar, sin duda. Fuerte y profunda es la roca de los cimientos, paredes de impenetrable piedra refuerzan los laterales y poderosa madera compone la puerta de entrada. Desistirá y cansado huirá hacia otras latitudes.
Mientras, con todos los habitantes guarecidos en los sótanos, el dragón gritaba:
― ¡A los del castillo! Un poco de agua para este dragón sediento, pues todos los ríos, lagos, charcas y fuentes en kilómetros a la redonda no disponen de agua salubre con la que pueda mitigar mi sed. Tengan piedad de mí y yo la tendré de ustedes.
Pero nadie atendió sus súplicas. Iracundo, quemó con la potencia de su fuego el puente del foso. Este había quedado extendido, ya que la puerta principal se encontraba protegida por sendos portones de blindado metal. Grata fue su sorpresa al descubrir una fuente de agua que manaba de un caño que se encontraba muy por encima de las infectas aguas del foso. El dragón bebió hasta saciarse. La serpiente tardó horas en satisfacerse. Ante el silencio del exterior los habitantes abandonaron los subterráneos creyendo que éste había huido, y cuál fue su sorpresa al comprobar que el único acceso con el exterior del castillo había sido destruido.
Los habitantes de la ciudad exclamaban…
- Has inutilizado nuestra salida. ¿Qué has hecho dragón a la vez que nosotros nos protegíamos de tu presencia?
Y el dragón les respondió…
- Mantener un firme propósito mientras ustedes abrían la puerta hacia la desesperanza.
AUDIO DEL PROGRAMA
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